Los ojos del lobo by Care Santos

Los ojos del lobo by Care Santos

autor:Care Santos [Santos, Care]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2003-12-31T16:00:00+00:00


2

Aún no quiere amanecer cuando Dani, harto de dar vueltas en la cama en una lucha perdida contra las pesadillas y el calor, se calza sus deportivas y sale en busca de algo que desayunar. Un buen vaso de leche fría antes de una ducha que le libre del sudor durante un rato demasiado breve. Y luego a la montaña, a seguir buscando, hoy con el ánimo mucho más sombrío que ayer. Seguro que, a las horas que son, va a ser el primero en llegar.

Sin embargo, en la calle lleva un rato esperándole una sorpresa. Sentada en el escalón de entrada al chalé de enfrente, con su falda colorada, su pelo rizado y largo, y las ojeras de dos noches sin dormir, Estrella cuenta los minutos que faltan para conocer a Dani.

Nada más verla, el chico recela de ella. No es normal encontrar a estas horas a alguien sentado a la puerta de tu casa.

—Hola, te estaba esperando —saluda ella.

—¿A mí?

Se levanta y le saluda con un par de besos en las mejillas.

—Soy Estrella —se presenta—, he venido desde Madrid por lo de Laura.

—¿Eres periodista? —pregunta Dani, que cada vez desconfía más.

—Soy vidente.

Es la primera vez que lo dice alto y claro, casi sin avergonzarse. Dani la mira como si no la creyera, pero no la desprecia. Su reacción, en todo caso, es mejor de lo que ella había temido.

—¿Y qué buscas? —pregunta él.

—No busco. Encuentro.

Estrella le muestra el colgante de Laura que ayer rescató de la papelera.

—¿Lo reconoces?

—Claro. Era de Laura.

—Ya lo sé. Es él quien me ha traído hasta ti. También sé que estás loco por ella. ¿Podemos hablar un momento?

Ayer por la noche, muy tarde, el avión de Manuel aterrizó en Barajas. Encontró una habitación libre en una pensión cercana a Atocha, desde donde esta mañana, apenas despuntar el día, se pone en camino hacia el Sur. Compró los periódicos antes de salir de Londres. La prensa de toda Europa reproduce hoy el rostro sonriente de esa hija a la que lleva cinco años sin ver sonreír. Nada más salir a la calle busca un quiosco abierto, pero aún es muy temprano. El calor, en cambio, ha madrugado tanto como él. Ya no recordaba este bochorno y le parece mentira haber llegado a echarlo tanto de menos. Es insufrible. O quizá es que su cuerpo está ya acostumbrado al frío.

Una vez en el tren, y después de desayunar en el vagón cafetería, repasa de memoria los argumentos que esgrimirá ante Blanca. Se da cuenta de que son mucho más débiles de lo que creyó en un primer momento y su ánimo empieza a flaquear. Además, no sabe nada de la que fue su mujer. ¿Y si tiene otro compañero? ¿Y si ha parido algún otro hijo? Es joven todavía, no sería tan descabellado. Que ya no vive donde la dejó lo sabe por las fotografías que han publicado algunos periódicos, pero en las actuales circunstancias será fácil dar con ella.

Hasta la estación final del tren no puede Manuel comprar la prensa de hoy.



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